Familia, barrio y sociedad: un estudio comparativo en jóvenes con y sin antecedentes delictivos de Argentina*
Family, neighborhood, and society: a comparative study carried out in Argentina among youth with and without criminal backgrounds
Família, bairro e sociedade: um estudo comparativo em jóvens com e sem antecedentes criminais da Argentina
Antonella Bobbio**
Leticia Lorenzino***
Karin Arbach****
*Licenciada en Psicología. Becaria doctoral, Centro de Investigaciones de la Facultad de Psicología (CIPSI), Grupo Vinculado, Centro de Investigaciones y Estudios sobre Cultura y Sociedad (CIECS), Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) Córdoba, Argentina. abobbio@psyche.unc.edu.ar
**Licenciada en Psicología. Ayudante, Facultad de Psicología, Universidad Nacional de Córdoba, Córdoba, Argentina. leticialorenzino@gmail.com
***Doctora en Psicología. Investigadora Asistente, Centro de Investigaciones de la Facultad de Psicología (CIPSI), Grupo Vinculado, Centro de Investigaciones y Estudios sobre Cultura y Sociedad (CIECS), Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) Córdoba, Argentina. karinarbach@psyche.unc.edu.ar
Para citar este artículo / To reference this article / Para citar este artigo: Bobbio, A., Lorenzino, L. & Arbach, K. (2016). Familia, barrio y sociedad: un estudio comparativo en jóvenes con y sin antecedentes delictivos de Argentina. Revista Criminalidad, 58 (1): 81-95.
Fecha de recepción: 2015/11/02 Fecha concepto evaluación: 2015/12/02 Fecha de aprobación: 2015/12/28
Resumen
La delincuencia juvenil es uno de los fenómenos sociales que más preocupación generan en distintos países y culturas. Numerosas teorías se han puesto a prueba sistemáticamente para explicar la influencia que tienen diferentes variables en el comportamiento antinormativo de los jóvenes. El presente trabajo compara, mediante un diseño caso-control, la distribución de variables familiares y sociales entre adolescentes en conflicto con la ley penal y adolescentes escolarizados de la población general de Argentina, que respondieron una serie de cuestionarios de autoinforme. Los resultados indican que, en comparación con los estudiantes, los adolescentes infractores han estado expuestos a menos prácticas parentales positivas de apoyo y de control, y núcleos de convivencia caracterizados en su mayoría por hogares monoparentales, con predominancia de la presencia de la madre. También reportaron que poseen más cantidad de amigos que se involucran en actividades antisociales, y que en sus barrios hay mayor presencia de vandalismo, casas abandonadas, robos y agresiones entre vecinos. Ambos grupos de adolescentes no se diferenciaron en la participación en actividades recreativas convencionales. Este estudio representa un acercamiento empírico novedoso a la problemática de la delincuencia en los adolescentes de Argentina. Se discuten las consecuencias de los hallazgos a nivel teórico y práctico, considerando las particularidades del contexto.
Palabras clave: Delincuencia juvenil, familia, factores sociales, teorías criminológicas (fuente: Tesauro de política criminal latinoamericana - ILANUD).
Abstract
Juvenile crime is one of the most troubling and distressing phenomenon worldwide, in very different countries and cultures. Numerous theories have been systematically tested in many attempts aimed at explaining the influence of different variables in some young people's defiant and hostile behavior. This work uses the design of a case-control study to compare the distribution of family and social variables among adolescents living in conflict with criminal law and school-going youngsters belonging to the general population of Argentina having answered to a series of self-reporting questionnaires. Results indicate that, as compared with young students, juvenile offenders have been exposed to less positive support and control practices from parents, while usually living in coexistence groups mostly characterized by monoparental homes where the prevailing presence is that of the mother. It was also reported that most of these youngsters' friends are involved in antisocial activities; in addition, vandalism, abandoned houses, theft and burglary are common in their environment, as well as aggressive relations and hostile conduct among their neighbors. None of both adolescent groups differed in what concerns involvement in recreational activities. This study is an innovative empirical approach to the juvenile delinquency issue among adolescents in Argentina. The consequences of findings at both theoretical and practical levels are discussed by taking into account the peculiarities envisaged in the context of this work.
Key words: Juvenile delinquency, family, social factors, criminological theories (Source: Tesauro de política criminal latinoamericana - ILANUD).
Resumo
A delinquência juvenil é um dos fenômenos sociais que mais preocupação gera em países e em culturas diferentes. Várias teorias foram provadas sistematicamente para explicar a influência que têm diferentes variáveis no comportamento antinormativo dos jovens. Esse trabalho compara, por meio de um projeto caso-controle, a distribuição de variáveis familiares e sociais entre adolescentes no conflito com a lei penal e adolescentes escolarizados da população geral da Argentina, que responderam uma série de questionários de autoinforme. Os resultados indicam que, em comparação com os estudantes, os infratores adolescentes foram expostos a mais menos práticas parentais positivos de apoio e do controle, e núcleos de convivência caracterizados em sua maioria pelos lares monoparentais, com a predominância da presença da mãe. Também relataram que têm mais quantidade de amigos que se engajam em atividades antisociais, e que em seus bairros tem uma maior presença de vandalismo, casas abandonadas, roubos e aggressões entre vizinhos. Ambos os grupos de adolescentes não se diferenciaram na participação em atividades recreacionais convencionais. Esse estudo representa uma aproximação empírica inovadora à problemática da delinquência adolescentes da Argentina. As conseqüências dos resultados são discutidas ao nível teórico e prático, considerando as particularidades do contexto.
Palavras-chave: Delinquência juvenil, família, fatores sociais, teorias criminológicas (fonte: Tesauro de política criminal latinoamericana - ILANUD).
Introducción
La delincuencia juvenil es uno de los fenómenos que más preocupación generan en diferentes países y culturas; no solo por su magnitud, sino también por su relevancia e impacto a nivel personal y social (Organización Mundial de la Salud, 2014). Los estudios longitudinales han encontrado que durante la adolescencia se produce un aumento en el número de delitos cometidos (Farrington, 1995), lo que la convierte en un período crítico para la intervención. Numerosas teorías se han ido conformando a lo largo del tiempo para explicar las causas que conducirían a las personas a cometer actos antisociales y/o delictivos (Hoeve, Dubas, Eichelsheim, Van Der Laan, Smeenk & Gerris, 2009; Mulvey, 2011; Piquero, Hawkins, Kazemian, Petechuk & Redondo, 2013). Algunas de ellas han puesto su foco sobre variables personales, entre las que destacan la Teoría del Autocontrol propuesta por Gottfredson & Hirschi (1990), y la Teoría de la Personalidad Delictiva de Eysenck (1981). Otras se han enfocado en variables de naturaleza social para explicar el comportamiento criminal. Estas teorías ponen énfasis en la importancia de los vínculos familiares y sociales en el desarrollo de la conducta delictiva, y en ellas tendrá su referente teórico el presente artículo.
Las influencias sociales en la conducta delictiva
Una de las teorías más reconocidas en el ámbito de la criminología académica y empírica es la Teoría de la Asociación Diferencial propuesta por Sutherland (1924), la cual plantea que la conducta delictiva es aprendida en interacción con otras personas, en un proceso de comunicación que tiene lugar en grupos íntimos, próximos al individuo. Es decir, que una persona tiene más probabilidades de cometer actos delictivos si sus interacciones con grupos y patrones favorables a la violación de la ley superan aquellas que tienden al respeto de la ley y las normas (Sánchez, 2014).
Ampliando esta perspectiva, la Teoría del Aprendizaje Social de Akers (Akers, Krohn, Lanza- Kaduce & Radosevich, 1979) postula que el aprendizaje del delito deriva de cuatro mecanismos interrelacionados: la asociación diferencial con personas que muestran hábitos y actitudes delictivos, la adquisición por el individuo de definiciones favorables al delito, el reforzamiento diferencial de comportamientos delictivos y la imitación de modelos prodelictivos (Akers et al., 1979; Andrés & Redondo, 2007). Las asociaciones diferenciales pueden producirse en los grupos primarios (familia o amigos) y también en secundarios o de referencia (comunidad, iglesias, vecinos) (Redondo & Garrido, 2013).
La Teoría del Control Social de Hirschi (1969) es una reconocida del ámbito criminológico y ha generado una vasta investigación empírica. Resalta la importancia de los vínculos afectivos con personas socialmente integradas, como mecanismo primario que retiene a los jóvenes de implicarse en actividades delictivas (Hay, 2001; Redondo & Garrido, 2013). Así, la falta de vinculación con los padres, la escuela, el grupo de amigos o iguales y con las pautas de acción convencionales rompen los mecanismos de vinculación social y predisponen al delito (Hirschi, 1969, 2003). Ya en 1969, Hirschi llevó a cabo un estudio sobre delincuencia juvenil, y encontró que aquellos sujetos que tenían más vínculos sociales y participaban en más actividades convencionales (educativas, recreativas, etc.) cometían menos delitos (Redondo & Garrido, 2013).
Variables familiares y sociales asociadas a la delincuencia juvenil
Son muchos los trabajos empíricos que se han llevado a cabo a lo largo de las últimas décadas, con el propósito de estudiar factores de riesgo familiares y sociales del comportamiento delictivo juvenil (Loeber, 1990; Murray & Farrington, 2010). No hay dudas a la fecha de que la manera en que los padres se comportan con sus hijos influye en la conducta desviada de estos (Hoeve et al., 2009, Hoeve, Stams, van der Put, Semon Dubas, van der Laan & Gerris, 2012; Loeber & Stouthamer- Loeber, 1986; Petrosino, Derzon & Lavenberg, 2009). Uno de los propósitos de los académicos es discernir qué prácticas parentales se relacionan, y en qué medida, con la conducta delictiva, ya que esto podría variar en función de la cultura y la población (Vazsonyi & Flannery, 1997).
Algunas prácticas parentales se refieren al apoyo recibido por los padres, e incluyen dimensiones positivas, como cuidado, apoyo, comunicación e intimidad, y negativas, como la hostilidad (Rohner, 2004). Otras prácticas que los padres llevan a cabo están relacionadas más con la disciplina y el control, y el monitoreo es una de las que se analizan con frecuencia en la literatura (Vazsonyi & Belliston, 2007; Vazsonyi & Flannery, 1997). Las diferencias en la influencia del padre y de la madre también resultan de interés, ya que la cantidad y la calidad del tiempo que los padres pasan con sus hijos podría ser cuantitativa y cualitativamente diferente entre ambos sexos (Videon, 2005). No obstante, pocos son los estudios que han ilustrado la influencia de la parentalidad en la conducta adolescente, y que discriminan entre los sexos de los padres (Williams, 2005). Hoeve et al. (2009) condujeron un meta-análisis de 161 artículos sobre la relación entre parentalidad y delincuencia. Encontraron que las dimensiones negativas de parentalidad (como negligencia, hostilidad y rechazo) se asociaban positivamente al comportamiento delictivo, con tamaños del efecto entre .26 y .33 (interpretados como correlaciones); el monitoreo parental y las dimensiones positivas del apoyo mantenían una asociación negativa moderada con la delincuencia, y las dimensiones de comunicación y permisividad, que se asociaban con el comportamiento delictivo en sentido negativo y positivo, respectivamente, evidenciaban efectos de menor tamaño. También encontraron que las prácticas de apoyo se relacionaron con mayor fuerza a la delincuencia entre hijos y padres del mismo sexo (Hoeve et al., 2009). Un estudio con 306 adolescentes en riesgo, de Marruecos y Holanda, evidenció que las prácticas de comunicación y apoyo de los padres se relacionaban de manera negativa con la delincuencia de sus hijos. Por el contrario, la autonomía y el conflicto no tuvieron una relación con la delincuencia en esta muestra (Eichelsheim, Buist, Deković, Wissink, Frijns, Van Lier, Koot, Meeus, 2010). El monitoreo parental y el vínculo y la comunicación entre padres e hijos resultaron en disminución del involucramiento en comportamientos violentos en jóvenes de Oklahoma (Haegerich, Oman, Vesely, Aspy & Tolma, 2014). Por su parte, Mestre, Samper & Frías (2004) encontraron que las prácticas parentales caracterizadas por la hostilidad, irritabilidad y rechazo guardaban una relación positiva con el comportamiento agresivo de jóvenes españoles, mientras que convivir con el afecto, apoyo emocional y estimulación hacia la autonomía personal guarda una relación negativa con dicha conducta. No hubo diferencias para las prácticas de la madre y del padre en este estudio (Mestre et al., 2004). No obstante, otro trabajo del mismo grupo visibilizó que la crianza de la madre ejerce mayor impacto en la conducta agresiva de los adolescentes varones (Tur- Porcar, Mestre, Samper & Malonda, 2012).
La convivencia con los padres también ha demostrado de manera empírica ejercer influencia sobre el comportamiento delictivo de los hijos. Diversos trabajos coinciden en el hallazgo de que los jóvenes que viven con solo uno de sus padres tienen más ingresos al sistema judicial o cometen más delitos que aquellos que viven con ambos padres (Farrington, 2011; Rebellon, 2002). No obstante, otros estudios no soportan la relación entre la estructura familiar y la delincuencia en los jóvenes (Cernkovich & Giordano, 1987; Van Voorhis, Cullen, Mathers & Garner, 1988) o lo hacen de manera indirecta a través de otras variables, como las prácticas o procesos familiares (Demuth & Brown, 2004; Laub & Sampson, 1988; Piquero et al., 2013). En un estudio con menores infractores y estudiantes de Texas no se encontraron diferencias en las puntuaciones en conducta delictiva entre jóvenes que reportaban presencia del padre en el hogar, en comparación con aquellos que manifestaban su ausencia, en ninguno de los dos grupos estudiados (Flood, 2003). Demuth & Brown (2004) reportaron que adolescentes norteamericanos que convivían solo con su padre manifestaban los niveles más altos de delincuencia, seguidos de aquellos casos que convivían con el padre y la pareja, o con la madre sola. Los niveles más bajos de conducta delictiva autoinformada fueron encontrados en adolescentes que vivían con ambos padres biológicos. No obstante, cuando al modelo se incorporaban los procesos familiares (cercanía, monitoreo, supervisión), la variable presencia de los padres no tenía influencia directa sobre la delincuencia, y el modelo explicativo presentaba un mejor ajuste (Demuth & Brown, 2004).
Pese a la gran variedad de estudios que analizan las variables familiares como predictoras del comportamiento antinormativo en la adolescencia, las diferencias en las muestras (e. g., en relación con la edad, tipo de institución, cultura), en las definiciones y operacionalizaciones de las variables y en los instrumentos empleados, hacen difícil la comparación entre estudios (Hoeve et al., 2009).
En relación con las variables socio-contextuales, una de las más frecuentemente estudiadas respecto al delito es la influencia del grupo de pares. Diversos estudios han informado de manera consistente que la exposición a pares antisociales predispone a los jóvenes a involucrarse en comportamientos delictivos (Bazon & Estevão, 2012; Leeper, Gover, MacDonald & Piquero, 2005; Mahoney & Stattin, 2000; Monahan, Steinberg & Cauffman, 2009). Un estudio con estudiantes en Suiza evidenció que los jóvenes que forman parte de una pandilla tienen cinco veces más probabilidades de haber cometido un acto de delincuencia violenta en los últimos doce meses, que los miembros de grupos no delincuentes o los individuos que no forman parte de ningún grupo (Schioppa, 2013). En otro estudio con adolescentes venezolanos escolarizados, el grupo de iguales no convencionales, caracterizado por presencia de conflictos, violencia, presión y delincuencia, demostró efectos directos sobre la conducta antisocial de los jóvenes (Rodríguez, 2011).
Otro factor de riesgo de la delincuencia es el barrio en el cual los jóvenes viven. Algunos trabajos que se han dedicado a estudiar la relación entre ambas variables han encontrado una sólida asociación entre ellas, lo cual demuestra que los adolescentes que provienen de contextos comunitarios y barriales con mayor presencia de vandalismo y actividad delictiva, cometen más crímenes o tienen más problemas de conducta (Gracia, Fuentes & García, 2010; Sampson, Morenoff & Gannon-Rowley, 2002). E. g., un estudio en barrios de jóvenes colombianos con trastorno disocial halló una mayor presencia de pandillas juveniles, comparados con los barrios donde residen jóvenes sin el trastorno (Rey-Anacona, Paitán-Ávila & Monguí-Merchán, 2014). No obstante, otros estudios no han encontrado efectos directos del contexto, sino indirectos, mediados por otras variables, como los procesos familiares (Caicedo, 2014; Vieno, Nation, Perkins, Pastore & Santinello, 2010) o el grupo de pares (Mahoney & Stattin, 2000). A su vez, la participación en actividades recreativas convencionales, ya sea a través de la religión (Chadwick & Top, 1993; Johnson, De Li, Larson & McCullough, 2000), los deportes (Barber & Stone, 2003; Mahoney & Stattin, 2000) o el arte (Mahoney & Stattin, 2000), opera en un sentido opuesto. El involucramiento del joven en este tipo de actividades funciona como un marco donde se aprenden valores y actitudes prosociales, que disminuyen su implicancia en actividades antisociales (Osgood, Wilson, O'Malley, Bachman & Johnston, 1996).
Tras una revisión bibliográfica en las bases EBSCO, Science Direct, PsycINFO y Google académico (en inglés y en español), no se han localizado estudios argentinos publicados que aborden las diferencias entre menores en conflicto con la ley y los escolarizados de población general en las variables revisadas. Tampoco se encontraron trabajos que estudien de manera empírica la relación entre variables familiares y sociales con la delincuencia en población adolescente local. Sin embargo, ciertos grupos de trabajo en Argentina han evaluado algunas de las dimensiones mencionadas. El antecedente más lejano en el tiempo, hallado en la literatura, es un estudio que en un análisis de las pandillas de Argentina a mediados de los años 60, encontró como las modalidades delictivas más frecuentes el robo y las agresiones, y un bajo involucramiento en actividades vandálicas (Defleur, 1967). Más recientemente, Arbach, Santuoro, Lumello & Garrido (2013) han encontrado en jóvenes universitarios de Córdoba una tasa autoinformada de conductas antinormativas durante la adolescencia, que ronda el 90 % (Arbach et al., 2013). En un estudio comparativo entre niños de Argentina y España, donde se valoraron estilos parentales, inestabilidad emocional y agresividad, se encontró que los comportamientos parentales negligentes, en especial los de la madre, son el predictor más importante de inestabilidad emocional y agresividad en los niños, y que estos resultados permanecen invariantes a través de los estratos socioeconómicos y de las poblaciones estudiadas (Richaud, Mesurado, Samper, Llorca, Lemos & Tur, 2013). Otro trabajo, enfocado en la descripción de las características sociodemográficas y delictivas de adolescentes en conflicto con la ley, de 16 a 18 años en Córdoba, indica que el 85 % de ellos convivían con ambos padres y otros familiares (hermanos, tíos, abuelos), y que el 19,1 % indicaban practicar actividades deportivas (Cosacov & Croccia, 2007).
El presente estudio
Este trabajo se propone estudiar variables familiares y sociales, tradicionalmente asociadas en la literatura al comportamiento delictivo, en menores en conflicto con la ley penal de Argentina. De manera más específica, el objetivo se centra en comparar convivencia con ambos padres biológicos, prácticas parentales, exposición a pares antisociales, contexto barrial y participación en actividades recreativas convencionales, en adolescentes con antecedentes delictivos y otros de la población general. Las hipótesis son que los menores en conflicto con la ley estarán más expuestos a pares antisociales, participarán menos frecuentemente en actividades convencionales y vivirán en barrios con más disturbios y en unidades familiares caracterizadas por la presencia de uno o ninguno de los padres. También se hipotetiza que la relación con sus padres está caracterizada por menos prácticas parentales de apoyo positivas (apoyo, proximidad, comunicación y aprobación del grupo de pares) y más prácticas negativas (conflicto), como también menos prácticas de control (monitoreo).
Metodología
Participantes
Una muestra no probabilística de tipo accidental, conformada por 158 jóvenes varones de 13 a 18 años de edad, de la provincia de Córdoba, en Argentina, respondieron los protocolos de recogida de datos. De ellos, 88 son infractores residentes al momento de la evaluación (abril a octubre del 2015), en un centro socioeducativo cerrado de la ciudad de Córdoba. No se dispone de cifras oficiales actualizadas de la cantidad de jóvenes institucionalizados, debido al constante ingreso y egreso de estos, pero se estima que alrededor de 250 adolescentes varones de toda la provincia de Córdoba residen en el centro al mismo tiempo. Los restantes 70 son adolescentes sin antecedentes delictivos, alumnos de dos institutos educativos públicos de nivel medio, radicados en dos localidades del interior de la provincia y pertenecientes a estratos socioeconómicos medios a bajos.
Variables e instrumentos
Los datos se recogieron con preguntas diseñadas ad hoc y con cuestionarios preexistentes hechos para valorar las variables en estudio que se detallan a continuación:
Datos sociodemográficos: se recogió información sobre la edad de los adolescentes y el máximo nivel educativo de los padres.
Convivencia con los padres: se registraron datos acerca de si los adolescentes convivían con ambos padres, con uno de ellos o con ninguno.
Prácticas parentales: fueron valoradas con la versión en español de la Adolescent Family Process Measure (Vazsonyi, Hibbert & Blake Snider, 2003). La escala evalúa la percepción que tienen los adolescentes sobre las relaciones con sus madres y padres (biológicos, sustitutos o tutores). La escala se compone de seis subescalas: proximidad (seis ítems; e. g., "mi mamá es cariñosa conmigo"; "me siento más cercano a mi mamá que muchos de los chicos de mi edad"), apoyo (cuatro ítems; e. g., "mi mamá a veces no me escucha y no tiene en cuenta mis opiniones", "parece que mi mamá quisiera que yo fuera alguien diferente"; siguiendo la estrategia de los autores del trabajo original, los ítems de esta subescala se recodificaron a la inversa, de manera que, como en el resto de las subescalas, un puntaje más alto indica más presencia de la variable), monitoreo (cuatro ítems; e. g., "cuando paso tiempo libre fuera de casa, mi mamá sabe dónde y con quién estoy", "si no vuelvo a casa después del colegio, mi mamá quiere que le avise dónde estoy"), comunicación (cinco ítems; e. g., "le cuento a mi mamá sobre los problemas que tengo en la escuela", "le cuento a mi mamá sobre decisiones personales importantes"), conflicto (tres ítems; e. g., "peleo bastante seguido con mi mamá", "con frecuencia dejo de hablarle a mi mamá porque me enojo con ella") y aprobación del grupo de pares (tres ítems; e. g., "a mi mamá en general le caen bien mis amigos", "a mi mamá le cae bien mi novia"). Cada ítem se responde en una escala tipo Likert de 5 puntos (de "totalmente falso" a "totalmente cierto"). Si bien en la escala original las cuatro últimas subescalas se formulan como preguntas con cinco categorías de respuesta diferentes a las otras subescalas (de "nunca" a "muy frecuentemente"), en el presente trabajo los ítems fueron reformulados de forma afirmativa para unificar los criterios de respuestas en todos los ítems de la escala, y evitar que el cambio en la manera de responder pudiera generar confusión a los participantes. De la misma manera que en el trabajo original, las puntuaciones más altas indican que las conductas se dan con mayor frecuencia.
Del total de sujetos, el 92 % respondieron el cuestionario referido a las prácticas de la madre, y el 71 %, el relacionado con el padre. De los sujetos que respondieron, el 73 % lo completaron en su totalidad para las prácticas de la madre, mientras que el 66 % lo hicieron con las del padre. Se eliminaron de los análisis que incluían esta variable aquellos sujetos que dejaron incompletos más de tres ítems del total de la escala de prácticas parentales. Los que dejaron tres o menos ítems sin completar fueron tratados por imputación simple, reemplazando el valor perdido por la moda de la subescala a la que pertenecía el ítem. El ítem 24 presentó la mayor cantidad de datos perdidos (el 10% del total de cuestionarios respondidos, aproximadamente), ya que hace referencia a relaciones de noviazgo, que algunos participantes aún no mantienen, dada su edad. En este caso, los datos perdidos fueron ponderados por la puntuación media de todos los sujetos. Los índices de fiabilidad fueron de moderados a aceptables, oscilando entre α=.62 y α=.78 para las prácticas parentales maternas, y entre α=.63 y α=.81 para las paternas, con excepción de la dimensión de apoyo cuyos índices de fiabilidad fueron de α=.53 y .55 para madre y padre, respectivamente.
Exposición a pares antisociales: los participantes debieron indicar, en una escala de tres opciones de respuesta ("ninguno", "algunos" o "casi todos"), cuántos de los/as amigos/as de su grupo realizaban las siguientes conductas: fumar marihuana, beber alcohol habitualmente, destrozar cosas en lugares públicos, destrozar cosas de otras personas, consumir drogas ilegales, amenazar o atacar a otras personas, discutir de manera violenta con los padres o profesores y robar.
Disturbios barriales: mediante cuatro preguntas directas se consultaba a los adolescentes sobre el grado de vandalismo, casas abandonadas, robos y agresiones entre los vecinos que estimaban en sus barrios, de acuerdo con la siguiente escala de respuesta: "nunca ocurre en mi barrio", "ocurre a veces" y "ocurre casi siempre".
Participación en actividades recreativas convencionales: se indagó acerca de la frecuencia con que los jóvenes participaban en tres clases de actividades recreativas: deportivas, culturales o artísticas y religiosas. Las opciones de respuesta fueron "nunca", "a veces" y "casi siempre".
Procedimiento
El estudio fue transversal, de tipo caso-control, y se utilizaron encuestas de autoinforme. Luego de la gestión de las autorizaciones en las instituciones donde se encontraban los adolescentes, se procedió a la recogida de datos. En el centro socioeducativo cerrado la aplicación se llevó a cabo de manera colectiva en grupos de 2 a 5 sujetos, en lugares dispuestos por la institución para tal fin. En el caso de los centros educativos se administró el instrumento en las aulas de manera colectiva. Cuando el participante carecía de habilidades lectocomprensivas adecuadas para cumplimentar el protocolo de recogida de datos, pero manifestaba interés de participar, se administraba el instrumento de forma verbal e individualizada. Asimismo, se llevaron a cabo las mínimas adaptaciones necesarias de los instrumentos para adecuarlos al nivel de instrucción de los participantes y se incorporaron dibujos en las categorías de respuesta para facilitar su comprensión. En todos los casos se solicitó a los participantes el consentimiento informado ajustado a las normas éticas de cada institución. En el mismo se dejaba expresa claridad respecto a los objetivos del estudio, las implicancias, el carácter voluntario de la participación y la confidencialidad en el tratamiento de los datos.
Análisis de datos
Para los análisis fueron dicotomizadas las siguientes variables: exposición a grupo de pares antisociales (0 = ninguno de mis amigos lo hace o solo alguno de mis amigos lo hace; 1 = la mayoría de mis amigos lo hacen), participación en actividades recreativas convencionales (0 = nunca o solo a veces participo; 1 = participo casi siempre) y disturbios barriales (0 = esto en mi barrio no ocurre o solo ocurre a veces; 1 = esto en mi barrio ocurre casi siempre). Para describir la prevalencia de las variables relacionadas con la convivencia con los padres, exposición a pares antisociales, disturbios barriales y participación en actividades convencionales, se utilizaron estadísticos de frecuencia para cada grupo. Se empleó la prueba de x2 para contrastar la hipótesis de independencia entre los grupos. En el caso de las prácticas parentales, se calcularon estadísticos descriptivos (media y desviación estándar) y las diferencias entre los grupos en estas variables se evaluaron mediante la prueba t de Student. Para las variables continuas se calcularon los tamaños del efecto mediante los índices d de Cohen, interpretándose como tamaños robustos, moderados o débiles índices (d) de .80, .50 y .20, respectivamente (Cohen, 1992). Para las pruebas de independencia entre grupos con variables categoriales se calcularon los índices odds ratio (OR).
El procesamiento y análisis de datos se efectuó mediante el programa estadístico informatizado SPSS Statistics versión 22 (Social Package for Social Sciences).
Resultados
En la tabla 1 se presentan las características sociodemográficas y familiares de los participantes. Los grupos no se diferenciaron en edad, ni en el nivel educativo de los padres. No obstante, los adolescentes de población general manifestaron en mayor medida que convivían con ambos padres, mientras que los menores en conflicto con la ley reportaron como lo más frecuente convivir con solo uno de los padres, en general con la madre (x2(2, N=157)=19.77, p <.001).
En la tabla 2 se comparan las puntuaciones medias en cada subescala de prácticas parentales. Se analizaron las diferencias entre los grupos, a fin de responder las hipótesis en estudio. Las puntuaciones en las subescalas de prácticas parentales maternas de apoyo (t(137)= -3.31; p=.001), aprobación del grupo de pares (t(132)= -5.86; p<.001) y conflicto (t(137)= -2.68; p=.008) resultaron significativamente más bajas en los menores infractores.
En relación con las prácticas parentales del padre, los menores infractores informaron menos apoyo (t(104)= -2.58; p=.011), monitoreo (t(87)= -2.25; p=.027) y aprobación del grupo de pares (t(89)= -5.67; p<.001) que los menores de la población general. No hubo diferencias entre los grupos en el nivel de conflicto (t(104)= -1.05; p=.294), comunicación (t(104)= -.55; p=.587) y proximidad (t(104)= -.18; p=.857) con el padre, como tampoco en la proximidad (t(137)= 1.71; p=.090), el monitoreo (t(136)= -1.84; p=.068) y la comunicación (t(137)= -.12; p=.903) con la madre. Los tamaños de los efectos de las diferencias significativas fueron de moderados a robustos para todas las prácticas, excepto para el apoyo del padre, cuya diferencia resultó débil (tabla 2).
En la tabla 3 se comparan y analizan las diferencias entre los grupos en relación con las variables sociales exploradas: exposición a pares antisociales ("la mayoría de mis amigos lo hace"), participación en actividades recreativas convencionales ("participo casi siempre de estas actividades") y disturbios barriales ("esto ocurre casi siempre en mi barrio"). Los adolescentes en conflicto con la ley se diferenciaron de los de la población general en ocho de las quince dimensiones sociales exploradas. En relación con el grupo de pares, los menores infractores se relacionaban con más pares que fumaban marihuana (x2(1)=18.86, p<.001), que consumían sustancias ilegales duras (x2(1)=19.95, p<.001), que agredían a otras personas (x2(1)=10,19, p=.001) y que robaban (x2(1)=41,43, p<.001). No hubo diferencias entre los grupos en la exposición a pares que tomaban alcohol habitualmente (x2(1)=.33, p=.564), que rompían cosas en lugares públicos (x2(1)=1.93, p=.165) y de otras personas (x2(1)=3.26, p=.071) y que peleaban violentamente con padres o profesores (x2(1)=.09, p=.766).
Con respecto a las variables contextuales, tanto el vandalismo (x2(1)=11.85, p=.001) como los robos (x2(1)=43.11, p<.001), las agresiones entre vecinos (x2(1)=7.54, p=.006) y la presencia de casas abandonadas (x2(1)=4.73, p=.030) fueron más prevalentes en los barrios de los adolescentes infractores.
En el caso de la participación en actividades recreativas convencionales, no hubo diferencias significativas entre los adolescentes de cada grupo en relación con la frecuencia en que desarrollan actividades deportivas (x2(1)=.21, p=.649), artísticas (x2(1)=.58, p=.446) o religiosas (x2(1)=.40, p=.525).
Dado el relativamente limitado número de casos en cada grupo, algunos de los intervalos de confianza (IC) del estadístico OR han resultado amplios en forma anormal. La literatura sugiere considerar estos valores, aunque con precaución (Irala, Fernandez- Crehuet Navajas & Serrano del Castillo, 1997). En última instancia se toma como referencia el valor mínimo del IC, ya que representa el menor riesgo posible de pertenencia al grupo de menores infractores si la variable se encuentra presente. Los análisis indicaron que aquellos sujetos que se relacionaban con más cantidad de pares antisociales resultaron tener de 1,9 a 8,4 veces más (dependiendo de la conducta antisocial de los pares) de probabilidades de ser institucionalizados por problemas con la ley. A su vez, la probabilidad de incurrir en comportamientos delictivos se vio incrementada de 2,7 a 7,7 veces en los sujetos que manifestaron vivir en barrios con elevados niveles de casas abandonadas, vandalismo, agresiones y robos.
Discusión
Numerosas teorías se han desarrollado y puesto a prueba sistemáticamente a lo largo del tiempo, para explicar la influencia que tienen diferentes variables familiares y sociales en el comportamiento antinormativo (Akers et al., 1979; Garrido, Stangeland & Redondo, 2006; Welsh & Farrington, 2007). No obstante, las particularidades y singularidades de las poblaciones y culturas en estudio hacen necesario el análisis exhaustivo de cada una de las variables en los diferentes contextos, a fin de diseñar estrategias de prevención adaptadas a las necesidades específicas. En función de esto y debido al limitado desarrollo de investigaciones en relación con el tema en el contexto local, el presente artículo se propuso comparar, mediante un diseño caso-control, la distribución de variables familiares y sociales entre adolescentes en conflicto con la ley penal y los escolarizados de la población general, que respondieron una serie de instrumentos de autoinforme.
En consonancia con la literatura previa, los resultados indican que los adolescentes infractores puntúan más bajo en algunas de las prácticas parentales positivas estudiadas, y que las prácticas de ambos padres resultan de importancia, siendo la aprobación del grupo de pares, tanto de la madre como del padre, la práctica que mejor diferenció a los grupos. Por su lado, el apoyo de ambos padres y el monitoreo por parte del padre también resultaron de utilidad para discriminar entre adolescentes con y sin antecedentes delictivos. En la Teoría General del Delito, Gottfredson & Hirschi (1990) postulan que las prácticas de monitoreo son fundamentales en el control del comportamiento de los hijos, ya que es a través de este que los padres pueden reconocer cuándo los hijos se comportan de maneras socialmente desviadas, y tomar las medidas disciplinarias oportunas. La Teoría del Control Social pone énfasis también en la importancia del vínculo con los padres en tanto modelos de comportamiento adaptado (Hirschi, 2003). Numerosos estudios han encontrado evidencia de la importancia que tienen las prácticas parentales positivas para disminuir el comportamiento delictivo de los jóvenes (Haegerich et al., 2014; Hoeve et al., 2009, 2012; Loeber & Stouthamer- Loeber, 1986; Mestre et al., 2004; Tur-Porcar et al., 2012; Vazsonyi & Belliston, 2007; Vazsonyi & Flannery, 1997). Con respecto a las prácticas parentales negativas, no hubo diferencias entre los grupos en la dimensión de conflicto con el padre, y contrario a lo esperado, el conflicto con la madre fue significativamente mayor en los estudiantes. Algunos trabajos previos no encuentran relación entre el conflicto y la delincuencia general, pero sí soportan su vínculo con la violencia en particular (Eichelsheim et al., 2010). E. g., mientras que el conflicto con la madre no aportaría en la predicción de delitos generales, sí lo haría en la predicción de la violencia filio-parental. El presente estudio no discriminó entre menores institucionalizados por delitos violentos de aquellos por modalidades delictivas no violentas, lo cual puede haber influido en que no haya diferencia en los niveles de conflicto entre los menores infractores y los estudiantes en el conflicto con el padre. Por otro lado, la mayor parte de los menores institucionalizados conviven solo con su madre, es decir, sin la presencia del padre, lo que podría favorecer que los vínculos entre ellos se vuelvan más estrechos, y de esta manera disminuyan las peleas y las agresiones, incluso hasta encontrarse con menor frecuencia que en adolescentes de la población general. Esto se corresponde con el hallazgo de que la dimensión de proximidad o cercanía con la madre fue la única dimensión positiva en que los adolescentes privados de libertad puntuaron más alto que los estudiantes, aunque las diferencias no resultaron significativas.
La convivencia con ambos padres fue significativamente menor en los jóvenes del centro socioeducativo, caracterizándose en su mayoría por hogares monoparentales con predominancia de la presencia de la madre, a diferencia de lo encontrado diez años antes por otro estudio en la misma ciudad (Cosacov & Croccia, 2007). La literatura respecto a esto ha sido controversial. Diversos estudios han encontrado influencias de la estructura familiar en la delincuencia de los hijos, e indican que los que viven en hogares monoparentales tienen más probabilidades de ser ingresados al sistema de justicia (Farrington, 2011; Rebellon, 2002). No obstante, otros trabajos manifiestan que la estructura familiar solo influye en la delincuencia de manera indirecta a través de los procesos familiares (Cernkovich & Giordano, 1987; Demuth & Brown, 2004; Piquero et al., 2013). Gottfredson & Hirschi (1990) indicaban que si bien la presencia de ambos padres no era una condición necesaria para el buen comportamiento de los hijos, a los hogares con ambos padres presentes les resultaba más fácil el monitoreo de los niños y la disciplina correspondiente. Este estudio no analizó efectos indirectos ni directos de la presencia de los padres sobre el comportamiento delictivo de los hijos, limitándose a establecer comparaciones entre grupos, por lo cual no puede descartarse que las diferencias estén dadas o moduladas por otras variables.
En relación con el grupo de pares, los menores infractores indican más cantidad de amigos involucrándose en algunas de las conductas antisociales estudiadas (robo, agresiones hacia otras personas y uso de drogas ilegales blandas y duras), lo cual se corresponde con lo encontrado en la literatura (Bazon & Estevão, 2012; Mahoney & Stattin, 2000; Monahan et al., 2009; Rodríguez, 2011; Schioppa, 2013). Sin embargo, en la dimensión relacionada con el vandalismo (romper cosas públicas y de otras personas), no hubo diferencias entre los grupos. Defleur (1967), en un análisis de la actividad de las pandillas en Córdoba, encontraba escasa presencia de vandalismo y predominio de delitos con objetivos instrumentales. Si bien muchos años han pasado y las condiciones contextuales y culturales pueden haberse modificado, los resultados del presente estudio parecen indicar que las modalidades delictivas de los jóvenes de Córdoba siguen caracterizándose por robos o delitos con fines utilitarios. Por otra parte, los menores infractores reportan escasas peleas y agresiones hacia sus madres, hipotetizándose, como ya se mencionó, que la constitución familiar monoparental, caracterizada frecuentemente solo por la presencia de la madre, estrecha sus vínculos y disminuye la violencia entre ellos. Cabe pensar que esto mismo se daría en el caso de sus amigos, por lo cual tampoco se evidenciaron diferencias en las agresiones a padres y profesores entre los amigos de estudiantes y los de adolescentes con antecedentes delictivos. Tampoco hubo diferencias entre los grupos en la cantidad de amigos que consumen alcohol, lo cual no resulta extraño si se considera que la ingestión de alcohol es en general frecuente en los adolescentes de Argentina (César, 2005). Porcentajes similares, de sujetos que indican que la mayoría de sus amigos consumen alcohol, se localizaron en otro estudio con estudiantes de nivel secundario en la misma ciudad (Cassola, Pilatti, Alderete & Godoy, 2005).
Respecto a los disturbios en el barrio, los adolescentes delincuentes manifiestan que viven en barrios donde hay más vandalismo, casas abandonadas, robos y agresiones entre vecinos. La presencia de violencia y delincuencia en el barrio ha sido asociada ya en la literatura a los comportamientos antisociales y delictivos en los adolescentes (Gracia et al., 2010; Sampson et al., 2002). Debido a que no se dispone de información sociodemográfica respecto a los barrios de los adolescentes infractores, esto no pudo ser controlado de manera exhaustiva. Se ha intentado minimizar este sesgo seleccionando un grupo control, compuesto por sujetos de diferentes barrios y condiciones socioeconómicas heterogéneas dentro del rango de medias a bajas. No obstante, se sugiere tener esto en cuenta cuando se interpreten los resultados.
No hubo diferencias entre adolescentes en conflicto con la ley y estudiantes en la participación en actividades religiosas, deportivas y artísticas. La literatura respecto a esto no resulta concluyente. Si bien algunos trabajos han encontrado una asociación negativa de estas actividades con la delincuencia (Barber & Stone, 2003; Mahoney & Stattin, 2000), otros no soportan tal hallazgo (Roman, Stodolska, Yahner & Shinew, 2013; Salas-Wright, Olate, Vaughn & Tran, 2013). Además, las medidas de participación aquí utilizadas no consideran intervención estructurada en tales actividades, como pertenecer a grupos religiosos o asistir a clubes o centros culturales, solo indaga en la realización de ciertas actividades que pueden no estar en realidad organizadas. Los centros culturales, los espacios religiosos y los clubes deportivos formales representan espacios consolidados para la construcción de valores socialmente adaptados y el respeto a las normas (Osgood et al., 1996); por el contrario, el ocio desestructurado puede favorecer comportamientos antisociales (Roman et al., 2013).
Pese a representar una primera aproximación al estudio de variables familiares y sociales en adolescentes con y sin antecedentes delictivos de Argentina, el presente estudio tiene algunas limitaciones que deberán ser solventadas en futuras investigaciones. En primer lugar, el número de casos utilizados es reducido. No obstante, dadas las características de las muestras de población penitenciaria y las dificultades en el acceso a ellas, no es infrecuente encontrar estudios con tamaños muestrales similares o menores que los del presente estudio (Becerra & García, 2014; Caravaca, Sánchez & Luna, 2013; García, 2015; Rey-Anacona et al., 2014). Por otra parte, aunque se han controlado la edad, el sexo y el nivel educativo de los padres, otras variables sociodemográficas que podrían influir en los resultados, como, e. g., el estatus socioeconómico, deberían ser controladas más exhaustivamente en futuros estudios. Sin embargo, a fin de disminuir el impacto que pudiera tener esta variable, se seleccionó un grupo control heterogéneo en relación con el contexto barrial y las condiciones socioeconómicas (dentro del rango de media a baja). Otra limitación es que no se han valorado efectos directos o indirectos de las variables sobre el comportamiento delictivo, por lo cual no puede descartarse que las diferencias entre grupos se expliquen por otras variables no contempladas o por efectos indirectos de las mismas. Los resultados describen lo encontrado en la muestra estudiada, y se debería evitar la generalización a poblaciones de adolescentes en general.
Futuras investigaciones deberán realizar análisis que valoren el peso que tiene cada una de las variables estudiadas en relación con la conducta delictiva, para desarrollar estrategias de prevención más ajustadas a las necesidades del contexto local, así como explorar en nuestro medio, a través de análisis estadísticos más complejos, el ajuste de los modelos teóricos propuestos para explicar la delincuencia juvenil. También se sugiere para futuros trabajos la aproximación a variables personales, que han demostrado desempeñar un papel importante en el desarrollo de la conducta delictiva, como el autocontrol (Buker, 2011; Vera & Moon, 2012), los estilos de apego (Kochanska, Barry, Stellern & O'Bleness, 2009; Loinaz & Echeburúa, 2012; Miller, Jennings, Alvarez-Rivera & Lanza-Kaduce, 2009) y el consumo de sustancias (Mauricio, Little, Chassin, Knight, Piquero, Losoya & Vargas-Chanes, 2009).
Pese a sus limitaciones, los datos aquí expuestos representan un primer acercamiento empírico a la problemática de la delincuencia en los adolescentes en Argentina, con importantes implicancias a nivel teórico y práctico. En relación con la teoría, los datos soportan los postulados de las principales teorías que se utilizan para explicar el fenómeno de la delincuencia juvenil a nivel mundial, y apoyan así su aplicabilidad al contexto local. En la práctica, los resultados aquí encontrados coinciden con lo hallado en otras culturas, y es un aporte de fundamental importancia para el desarrollo de políticas y prácticas de prevención del delito y la violencia, e incluso para la adaptación de aquellas que han demostrado eficacia en la reducción de la delincuencia juvenil en otros contextos (Piquero, Farrington, Welsh, Tremblay & Jennings, 2009). Este trabajo pretende formar parte de una línea de investigación consolidada en un contexto con una limitada representación en la literatura de investigación. Los autores entienden que los estudios sobre la delincuencia juvenil basados en la evidencia son indispensables para el desarrollo de intervenciones eficaces en la reducción de la reincidencia delictiva en esta población.
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