Factores de riesgo personales y familiares de la delincuencia en menores residentes de la zona sureste de Santiago de los Caballeros, República Dominicana

Personal and family risk factors for delinquency in juvenile residents of the southeast area of Santiago de los Caballeros, Dominican Republic

Fatores de risco pessoais e familiares para a delinqüência em jovens residentes na área sudeste de Santiago de los Caballeros, República Dominicana

• Fecha de recepción: 2022/01/31

• Fecha de evaluación: 2022/07/10

• Fecha de aprobación: 2022/10/24

Para citar este artículo / To reference this article / Para citar este artigo: Núñez-García, J., & Jiménez, R. (2023). Factores de riesgo personales y familiares de la delincuencia en menores residentes de la zona sureste de Santiago de los Caballeros, República Dominicana. Revista Criminalidad, 65(1), 139-149. https://doi.org/10.47741/17943108.406

Jhairo Núñez-García

Máster en Psicología Clínica

Docente - investigador

Universidad Abierta Para Adultos UAPA

y Universidad Autónoma de Santo Domingo UASD

Santiago de Los Caballeros, República Dominicana

jhaironunez@f.uapa.edu.do

https://orcid.org/0000-0002-7836-6884

Renata Jiménez

Máster en Neuropsicología

Docente investigadora

Universidad Abierta Para Adultos

Santiago de Los Caballeros, República Dominicana

renatajimenez@f.uapa.edu.do

https://orcid.org/0000-0003-0274-5404

Resumen

La delincuencia juvenil va en aumento, ya que factores individuales, familiares y sociales hacen vulnerables a muchos menores a que en la adolescencia delincan. Los factores individuales y los familiares son los que más fácilmente pueden ser tratados de forma tal que la mejoría en ellos traiga como resultado una disminución en la probabilidad de que luego los menores caigan en conductas delictivas. Objetivo: revelar la presencia de factores de riesgo personales y familiares de la delincuencia en menores que viven en la zona sureste de la ciudad de Santiago de los Caballeros, República Dominicana, al identificar en ellos su nivel intelectual, analizar su inteligencia emocional y determinar su estilo de afrontamiento y cuán funcionales son sus familias. Muestra: 538 menores que estudiaban en la escuela Ana Josefa Jiménez en los grados cuarto, quinto y sexto de primaria. Resultados: más de la mitad de los menores tienen un nivel bajo de inteligencia, en cuanto a la inteligencia emocional la puntuación más baja la tiene autocontrol, seguido por autoconciencia y empatía, el estilo de afrontamiento que utiliza la mayoría es indefinido, y más de la mitad de las familias son funcionales. Conclusión: 94% presentó factores de riesgo para la delincuencia, 29% un indicador, 38% dos indicadores, 23% tres indicadores y 4% los cuatro indicadores, revelando la presencia de factores de riesgo personales y familiares de la delincuencia en los menores que viven en la zona sureste de Santiago de los Caballeros.

Palabras clave:

Delincuencia juvenil, adolescentes (fuente: Tesauro Criminológico - Instituto Interregional de las Naciones Unidas para Investigaciones sobre la Delincuencia y la Justicia - Unicri), criminalidad, inteligencia emocional, capacidad intelectual, afrontamiento, funcionalidad familiar, infancia (fuente: autor).

Abstract

Juvenile delinquency is on the rise, as individual, family and social factors make many children vulnerable to delinquency in adolescence. Individual and family factors are the ones that can most easily be addressed in such a way that an improvement in these factors results in a decrease in the likelihood that children will later engage in delinquent behaviour. Objective: to reveal the presence of personal and family risk factors for delinquency in minors living in the southeastern area of the city of Santiago de los Caballeros, Dominican Republic, by identifying their intellectual level, analysing their emotional intelligence and determining their coping style and how functional their families are. Sample: 538 children studying at the Ana Josefa Jiménez school in the fourth, fifth and sixth grades of primary school. Results: more than half of the children have a low level of intelligence, in terms of emotional intelligence the lowest score is self-control, followed by self-awareness and empathy, the coping style used by the majority is undefined, and more than half of the families are functional. Conclusion: 94% presented risk factors for delinquency, 29% one indicator, 38% two indicators, 23% three indicators and 4% all four indicators, revealing the presence of personal and family risk factors for delinquency in minors living in the southeast area of Santiago de los Caballeros.

Keywords:

Juvenile delinquency, adolescents (source: Criminological Thesaurus - United Nations Interregional Crime and Justice Research Institute - Unicri), criminality, emotional intelligence, intellectual capacity, coping, family functionality, childhood (source: author).

Resumo

A delinqüência juvenil está aumentando, pois fatores individuais, familiares e sociais tornam muitas crianças vulneráveis à delinqüência na adolescência. Os fatores individuais e familiares são os que mais facilmente podem ser abordados de tal forma que uma melhoria desses fatores resulte em uma diminuição da probabilidade de que as crianças se envolvam mais tarde em comportamentos delinqüentes. Objetivo: revelar a presença de fatores de risco pessoal e familiar para a delinqüência em menores que vivem na região sudeste da cidade de Santiago de los Caballeros, República Dominicana, identificando seu nível intelectual, analisando sua inteligência emocional e determinando seu estilo de lidar com a delinqüência e quão funcionais são suas famílias. Amostra: 538 crianças estudando na escola Ana Josefa Jiménez na quarta, quinta e sexta séries do ensino fundamental. Resultados: mais da metade das crianças tem um baixo nível de inteligência, em termos de inteligência emocional a pontuação mais baixa é autocontrole, seguido de autoconsciência e empatia, o estilo de lidar com a maioria é indefinido, e mais da metade das famílias são funcionais. Conclusão: 94% apresentaram fatores de risco para a delinqüência, 29% um indicador, 38% dois indicadores, 23% três indicadores e 4% todos os quatro indicadores, revelando a presença de fatores de risco pessoal e familiar para a delinqüência em menores que vivem na área sudeste de Santiago de los Caballeros.

Palavras-chave:

Delinqüência juvenil, adolescentes (fonte: Thesaurus Criminológico - United Nations Interregional Crime and Justice Research Institute - Unicri), criminalidade, inteligência emocional, capacidade intelectual, coping, funcionalidade familiar, infância (fonte: autor).

Introducción

La delincuencia ha sido muy estudiada en los últimos años. Los hallazgos hacen énfasis en la relevancia que tienen determinadas características, tales como el sexo, los factores estructurales de tipo socioeconómicos, los factores familiares y los tipos de amigos. No obstante, estas informaciones, el índice de delincuencia juvenil aumenta a medida que pasan los años, suceso que pone de manifiesto la urgente necesidad de que se haga algo que pare, o por lo menos disminuya, que nuestros jóvenes se ahoguen en este fenómeno, y con ellos toda la sociedad.

Los gobiernos utilizan todo lo que tienen a la mano para contrarrestar dicho flagelo que afecta a la sociedad. La principal estrategia que aplican es la creación de un cuerpo policial para defender a los demás de los delincuentes. Esta estrategia ha sido empleada por muchos años en casi todos los países, sin tomar en cuenta que el mundo científico cuenta con conocimientos certificados que avalan otras formas de intervención más efectivas.

La delincuencia juvenil se refiere a los actos infractores cometidos por jóvenes –que inician generalmente entre los 10 y los 14 años (Martínez, 2015)– que inciden fuertemente en la sociedad y que van en contra del orden y el derecho público. La adolescencia es un proceso normal; sin embargo, las circunstancias por las que por lo común atraviesan los adolescentes les pueden hacer vulnerables, al igual que los adultos, a caer en delincuencia. Esta vulnerabilidad depende, en todo caso, de las variables psicosociales, socioambientales y familiares con las que cuenten (Brea & De Moya, 1983; Cabral & Brea, 1999, 2003, 2006).

La perspectiva del riesgo psicosocial hace énfasis en el modo en que diversas variables (entre ellas la influencia de los pares y las características de la familia, la comunidad y la cultura) interactúan con vulnerabilidades individuales (por ejemplo, las características cognitivas y temperamentales), sensibilizando a las personas ante ciertos riesgos. Los factores de riesgo son variables que pueden afectar negativamente el desarrollo de las personas. En términos más específicos, cuando se habla de factores de riesgo se alude a la presencia de situaciones contextuales o personales que incrementan la probabilidad de desarrollar problemas emocionales, conductuales o de salud. Estos problemas promueven la ocurrencia de desajustes adaptativos que dificultarían el logro del desarrollo esperado para el joven en cuanto a su transición de niño a adulto responsable y capaz de contribuir y participar activamente en la sociedad.

Los tipos de delincuentes juveniles se pueden diferenciar unos de otros partiendo de los principales rasgos de personalidad y de la reacción del individuo frente al medio sociofamiliar (Defez, 2006). Principalmente están los jóvenes con reacciones agresivas, muchas veces fruto del rechazo paterno o incluso maltrato. Ya que se les ha privado del afecto necesario para un desarrollo normal permanecen en conflicto familiar y evidencian hostilidad y agresividad hacia todos. Generalmente muestran un comportamiento desobediente, respondiendo con agresión frente a la frustración, con odio hacia sus figuras de autoridad y con rechazo a la sociedad (Centro Codex, 2011; Defez, 2006).

Se ha hecho mucho énfasis en los factores socioeconómicos, pero desde el punto de vista de la intervención, dichos factores no son del todo útiles. Ahora bien, intervenir al individuo, sobre todo en su niñez, así como a la familia, podría dar como resultado que los menores sean más fuertes frente a la influencia de los demás factores socioeconómicos, los cuales en su mayoría son difíciles, o hasta imposibles, de cambiar. Hay factores en la vida de los jóvenes que se relacionan con el riesgo de delinquir. Estos factores se dividen en varios tipos: familiares, individuales y sociales. En este sentido, los factores de riesgo que se consideran más importantes son los individuales y los familiares.

Dentro de los factores individuales se pueden mencionar los siguientes: bajo coeficiente intelectual, pobre capacidad de resolución de conflictos y actitudes y valores favorables a conductas de riesgo. En cuanto a los factores familiares los más importantes son: baja cohesión familiar, tener padres con enfermedad mental, estilos parentales coercitivos, ambivalentes o permisivos, delincuencia o consumo de drogas por parte de uno de sus miembros, conflicto familiar, poca implicación de los padres con los hijos y poca unión familiar, falta de comunicación y de expresión de afecto e inconsistencia en el estilo de crianza (Brea & Cabral, 2010).

Con relación a los factores de riesgo individuales, Pelegrín y Garcés de los Fayos (2008) afirman que los niños más inadaptados escolarmente y con bajo autocontrol en las relaciones sociales tienen un mayor riesgo de desarrollar una conducta antisocial, lo que les puede hacer más vulnerables a mostrar actitudes agresivas, indisciplinadas y violentas en determinadas situaciones. También, al encontrarse más inadaptados en el centro escolar, pueden manifestar comportamientos agresivos y disruptivos en el aula, así como actitudes desfavorables hacia el aprendizaje, hacia los profesores y hacia la propia institución (Inglés et al., 2014).

La aparición de conductas disruptivas está relacionada con un déficit emocional, es decir, que una persona con una menor inteligencia emocional se implicará con mayor facilidad en la participación de conductas agresivas y antisociales (Magallón et al., 2010). Las conductas disruptivas están asociadas a un nivel bajo de conocimiento y control de emociones, por lo que el entrenamiento en emociones puede llevar a controlar esas conductas agresivas en menores conflictivos y prevenir que en el futuro otros menores sean individuos violentos. Zavala y López (2012) encontraron en sus investigaciones correlación entre la inteligencia emocional percibida y la predisposición a la delincuencia y la propensión a la impulsividad, es decir que a menor inteligencia emocional mayor probabilidad hay de que se manifiesten conductas impulsivas, y de ahí fácilmente se pase a conductas delictivas.

Por otra parte, muchos estudios han demostrado que a menor capacidad intelectual mayor probabilidad de volverse delincuente (Chico-Libran, 1997). Contrariamente, el uso de estrategias funcionales hace que los jóvenes sean menos vulnerables a actos antisociales, por lo que un adecuado entrenamiento en las mismas es un buen elemento de protección, y en ese sentido ayuda a incrementar la capacidad emocional, de ajuste y adaptación (Figueroa et al., 2005; Gómez-Fraguela et al., 2006; Morales-Rodríguez, 2017; Morales-Rodríguez & Trianes-Torres, 2010).

Para Chalan (2016) la falta de afrontamiento está relacionada con la agresividad premeditada, lo que hace entender que no tener o no saber utilizar estrategias de afrontamientos funcionales puede contribuir a que el individuo se enfoque más en ser agresivo de forma planificada como mecanismo de solución de sus problemas. Asimismo, la violencia familiar se asocia con un estilo de afrontamiento no productivo o disfuncional (Flores, 2017).

En el otro lado están los factores familiares. La familia es un sistema organizado que tiene finalidades claras: alimentación, adaptación al medio, protección, socialización de sus miembros. La familia que no logra cumplir con sus objetivos básicos es una familia disfuncional (Garibay-López et al., 2008; Ugarte, 2001). De acuerdo con Minuchin (2001), la familia es la institución base en la formación de los individuos, donde se obtienen los elementos y las estrategias que son necesarias para desempeñarse de forma adecuada en la sociedad. Factores tales como la falta de comunicación y la ausencia de actividad familiar han sido relacionados con mayor probabilidad de delinquir (Alonso-Castillo et al., 2017; Bravo-Murillo, 2017).

En cuanto a la delincuencia, la zona sureste de la ciudad de Santiago de los Caballeros está llena de sectores con factores sociodemográficos de vulnerabilidad a la misma: pobreza, bajo nivel educativo, alto nivel de delincuencia, descuidos parentales, entre otros. Además, en dichos sectores hay una población cada vez mayor de menores, los cuales, en su mayoría, viven a expensas de lo que “el barrio” les pueda enseñar para enfrentar la vida. Muchos asisten a los centros educativos sin supervisión y sin el más mínimo sentido de responsabilidad de sus tutores. Ese descuido en cuanto a las responsabilidades parentales, ligado a una mala alimentación y a un bajo nivel de estimulación cognitiva, hace que dichos menores sean vulnerables a caer en delincuencia cuando lleguen a la adolescencia o a la edad adulta.

El gobierno trata de contrarrestar la delincuencia en esta zona con la presencia de cuarteles y el patrullaje de unidades policiales, sin entender que no es suficiente para lograr sus objetivos. Es por lo que –tomando en cuenta que un adolescente disocial sin ayuda individual y familiar es un joven que puede en la vida adulta desarrollar un trastorno de personalidad antisocial, pues el disocial no nace así, sino que hay factores predisponentes– es necesario determinar si en dicho sector estos factores predisponentes existen. Surge entonces la siguiente pregunta: ¿hay presencia de factores de riesgo personales y familiares de delincuencia en menores que viven en la zona sureste de la ciudad de Santiago de los Caballeros de la República Dominicana?

El objetivo general de esta investigación es revelar la presencia de factores de riesgo personales y familiares de delincuencia en menores que viven en la zona sureste de Santiago de los Caballeros, República Dominicana. Los objetivos específicos son los siguientes:

Método

Muestra

Para la selección de los individuos a ser evaluados, debido a que se trabajó con la población de la zona sureste de Santiago de los Caballeros y no se cuenta con la cantidad exacta de esta, se utilizó una muestra no probabilística de 538 menores, puesto que se tomaron los estudiantes que cursaban los grados cuarto, quinto y sexto de primaria en la escuela Ana Josefa Jiménez, ya que en la misma se encontraban inscritos menores pertenecientes a 48 sectores diferentes de dicha zona. Para la selección de estos menores se tomó en cuenta solamente que estuvieran cursando los cursos ya mencionados en dicha escuela, sin importar la edad, el sexo o la nacionalidad.

Instrumentos

Inteligencia emocional para niños

Escala diseñada para valorar la capacidad emocional en niños. Tiene cinco subescalas: autoconciencia, autocontrol, aprovechamiento emocional, empatía y habilidades sociales. A partir de estas cinco subescalas se valora la escala general o capacidad emocional. No se conoce su autor, pero ha sido empleada en muchas instituciones en diferentes países, así como también en varias investigaciones. Debido a que no se cuenta con una tabla de baremos, en esta investigación se desarrolló una para valorar aquellos menores que presentaban baja capacidad emocional, y al mismo tiempo para hacer cruce de otras variables con cada una de las subescalas (Chiriboga-Zambrano & Franco-Muñoz, 2001).

Raven especial.

La prueba Raven especial, creada por J. C. Raven, es una escala que mide la capacidad intelectual de niños entre los cuatro y 11 años, aunque sirve también para evaluar la capacidad intelectual en individuos mayores a estas edades que se piense que presentan deficiencia intelectual (Raven et al., 1996).

Cuestionario argentino de afrontamiento para niños de 8-12 años.

Esta escala la diseñó la doctora María Cristina Richaud de Minzi en el 2006 con el objetivo de evaluar nueve estrategias de afrontamiento divididas en tres grupos: centradas en la evaluación, centradas en el problema y centradas en las emociones. De las mismas se denotan dos estilos de afrontamiento, uno funcional (análisis lógico, reestructuración cognitiva, búsqueda de apoyo, acción sobre el problema y control emocional) y otro disfuncional (evitación cognitiva, búsqueda de gratificaciones alternativas, paralización y descontrol emocional) (Ghiglione & Richaud de Minzi, 2009).

APGAR familiar.

Escala diseñada por Gabriel Smilkstein en 1978 y aprovechada en muchas investigaciones. Contiene cinco preguntas que sirven para medir la percepción de satisfacción familiar que presentan los individuos. Usa cinco criterios para medir la funcionalidad familiar, que son: adaptabilidad, participación, gradiente de crecimiento, afecto y resolución. Categoriza las familias en funcionales, con disfuncionalidad moderada y con disfuncionalidad severa. Tiene una correlación entre el puntaje individual y la escala total que fluctúa entre 0,52 y 0,88, con un coeficiente alfa de Cronbach entre 0,82 y 0,86.

Procesos

El primer paso consistió en investigar en el distrito de educación cuáles escuelas pertenecían a la zona sureste de Santiago de los Caballeros. Se procedió a contactar a cada director de las escuelas correspondientes, con una carta de solicitud de colaboración realizada por la Escuela de Postgrado de la Universidad Abierta Para Adultos. Al visitar el primer centro, la escuela Ana Josefa Jiménez, se pudo constatar que la misma tenía siete aulas por grado, y que recibía estudiantes de toda la zona sureste. A partir de esta información se decidió utilizar dicho centro como punto para contactar a los menores y a sus familias. Con la autorización de la directora se procedió a elaborar una carta de consentimiento de evaluación para que los padres de los menores la conocieran y, de estar de acuerdo, la firmaran. En dicha carta se explicó el objetivo y los beneficios que iban a recibir de los resultados de la evaluación.

Recolección de datos

Para la recolección de los datos se visitaron las aulas de clase de cuarto y quinto de primaria los martes y viernes en la mañana, y las de sexto los martes y viernes en las tardes, durante 4 meses. Se aplicó inicialmente la escala de inteligencia emocional para niños. Luego de que todos los menores de todos los cursos fueron evaluados se procedió a aplicar la prueba de inteligencia general Raven especial y después la escala de afrontamiento y el APGAR familiar. Este proceso de recolección de datos tomó alrededor de cuatro meses.

Análisis de datos

Se analizó la relación entre las cuatro variables evaluadas: capacidad intelectual, inteligencia emocional, estilo de afrontamiento y funcionalidad familiar. Se hicieron gráficas tipo pastel para estimar la proporción de aquellas variables cuyo porcentaje respecto a la población general era importante. Se elaboraron gráficas de barra para las variables de las que se necesitaba saber la diferencia entre los valores de distintas categorías, y las de tipo línea para valorar la normalidad de algunas variables. Además, se utilizó el Chi2 para conocer la relación entre varias variables categóricas, así como el coeficiente de Pearson para valorar la relación entre algunas variables numéricas.

Resultados

Las personas evaluadas, aunque pertenecientes a diferentes sectores de la parte sureste de Santiago de los Caballeros tienen características comunes:

Respecto a la distribución entre los cursos, esta fue más o menos equivalente, ya que el 29% cursaba el cuarto grado, 37% el quinto grado y el restante 34% el sexto grado. Estas diferencias no se consideran significativas.

Con relación al sexo, tampoco hubo diferencias significativas: 47% de sexo femenino y 53% de sexo masculino. Una representación mayor de varones que de hembras no es usual en nuestras escuelas, ya que en su mayoría las hembras sobrepasan a los varones en cantidad, incluso muchas veces los duplican.

En cuanto a la edad, la figura 1 prueba que, aunque la muestra se tomó de menores que cursaban de cuarto a sexto de primaria, se encontró que había menores con sobreedad en los mismos, principalmente en quinto y sexto. La muestra referente a la edad dio una curva normal con un punto central en los 12 años. Si se considera que la edad esperada era de 9 a 11 años, es notorio que la población normal tiende a la sobreedad. Este es un indicador de que muchos menores repiten el curso, ya sea debido a su nivel intelectual, aspecto que analizaremos más adelante, o a otros factores que contribuyen a que los mismos no rindan académicamente. El hecho de repetir el curso, haciéndoles sentir a los menores que son poco capaces, que no van a tener éxito en la sociedad, es un factor de vulnerabilidad para delinquir. Y si se agrega que estos menores pertenecen a familias cuyo nivel académico más alto es la primaria, el resultado es el incremento de la sensación de incapacidad social ante el mundo exigente en que viven.

Figura 1. | Estudiantes por edad

Nota: se determinó a través del cálculo de la edad elaborado en la aplicación de la prueba Raven especial.

Esta investigación tomó como base cuatro indicadores de vulnerabilidad: inteligencia emocional, capacidad intelectual, estilo de afrontamiento y funcionalidad familiar. A partir de ellos se analizó la cantidad de menores por cantidad de indicadores.

Figura 2. | Cantidad de niños por cantidad de indicadores

Nota: se determinó por la cantidad de indicadores presentes por niño evaluado.

En la figura 2 se observa que la cantidad de indicadores forma una curva normal, lo que hace entender que la población, en cuanto a la presencia de indicadores, está normalizada. Desde el punto de vista de que la cantidad de indicadores resalta la vulnerabilidad para caer en delincuencia, se encontraron 20 menores que evidenciaron los cuatro indicadores y 125 tres indicadores, lo que quiere decir que 145 menores tienen una alta probabilidad de delinquir. 205 que presentaron dos indicadores tienen una probabilidad baja de delinquir. Y 156 que mostraron solo uno y 32 que no presentaron ninguno, se entiende que no son vulnerables a delinquir.

Figura 3. | Nivel intelectual

Nota: resultados de la aplicación del Raven Especial a los niños evaluados (MA=Muy Alto, A=Alto, NA=Normal Alto, N=Normal, NB=Normal Bajo, B=Bajo, MB=Muy Bajo).

En la figura 3 se revela que en cuanto al nivel intelectual la muestra no obtuvo una curva normal. Esto significa que la población de este sector no es normal con respecto al nivel intelectual, sino que tiende a los niveles bajos de la inteligencia. El 54% de los menores tiene una inteligencia baja, muchos de ellos cayendo posiblemente en el rango de deficiencia intelectual leve. En el otro extremo se encuentra que solo un 5% tiene inteligencia alta, dejando el 41% restante con una inteligencia normal. Este hecho explica la tendencia a la sobreedad debido a la repetición del grado, influenciado obviamente por el nivel intelectual de los menores. Al valorar el nivel intelectual con respecto al sexo del menor, se constató que no hay relación entre estas variables. De igual forma se comprobó que no hay relación entre el nivel intelectual y la inteligencia emocional, ni entre el nivel intelectual y el estilo de afrontamiento.

Debido a que la escala de inteligencia emocional no contaba con unos baremos normalizados, se decidió elaborar uno. En la tabla 1 se puede ver cómo, en el rango N (normal) la puntuación más baja la tiene autocontrol, indicando que dentro de la inteligencia emocional es el valor más bajo en estos menores, seguido por autoconciencia y empatía. Estos tres aspectos de la inteligencia emocional son básicos para la prevención de la delincuencia.

Tabla 1. | Baremos prueba de inteligencia emocional para niños

Inteligencia emocional

Baremos

MB

B

NB

N

NA

A

MA

Autoconciencia

26

39

52

65

78

91

104

Autocontrol

22

35

48

61

74

87

100

Aprov. Emoc.

29

44

59

74

89

104

119

Empatía

27

41

55

69

83

97

111

Hab. Soc.

28

43

58

73

88

103

118

Total

36

47

58

69

80

91

102

Nota: se determinó con los resultados de la aplicación de la escala de inteligencia emocional para niños (MA=Muy Alto, A=Alto, NA=Normal Alto, N=Normal, NB=Normal Bajo, B=Bajo, MB=Muy Bajo).

Tabla 2. | Correlación de Pearson entre los diferentes aspectos de la inteligencia emocional

Autoconciencia

Autocontrol

Aprov. Emoc.

Empatía

Hab. Soc.

Autocontrol

0,43

Aprov. Emoc.

0,49

0,43

Empatía

0,47

0,48

0,64

Hab. Soc.

0,43

0,43

0,60

0,62

Total

0,71

0,71

0,81

0,83

0,79

Nota: se determina con los resultados de la aplicación de la escala de inteligencia emocional para niños.

No se halló vínculo entre el nivel de inteligencia emocional y las siguientes variables: sexo, grado y edad. No obstante, en la tabla 2 sobre la correlación de Pearson entre los diferentes aspectos de la inteligencia emocional y la capacidad emocional total, se advierte que la capacidad emocional total tiene una alta relación con los cinco aspectos. Además, se observa que aprovechamiento emocional tiene relación con empatía y habilidades sociales, y habilidades sociales con empatía. En sentido general se puede decir que aprovechamiento emocional, empatía y habilidades sociales se relacionan.

En cuanto al estilo de afrontamiento de los menores, el 82% de ellos tiene un estilo indefinido, es decir, que utiliza tanto estrategias funcionales como disfuncionales. Solo el 1% usa estrategias únicamente disfuncionales, dejando un 17% que aplica estrategias funcionales. Al analizar la asociación entre el estilo de afrontamiento y el sexo no se encontró relación entre estas dos variables. Sin embargo, al examinar el estilo de afrontamiento y la edad se descubrió relación, al presentar un Chi2 = 0,05. A menor edad mayor definición del estilo; así como que el estilo funcional está más presente mientras menor edad tiene el evaluado, y el estilo disfuncional aumenta a medida que aumenta la edad. Por otro lado, se encontró relación entre el estilo de afrontamiento y la autoconciencia: Chi2 = 0,01, pero no entre el estilo de afrontamiento y el autocontrol, el aprovechamiento emocional, la empatía, ni las habilidades sociales.

En lo que atañe a la funcionalidad familiar, el 63% de las familias es funcional, mientras que el 34% es moderadamente disfuncional y el 3% severamente disfuncional. Esto indica que el 37% de las familias reporta disfuncionalidad. Adicionalmente se buscó relación entre la funcionalidad familiar y las demás variables. De ello se halló que no hay relación entre la funcionalidad familiar y el sexo, pero sí entre la funcionalidad familiar y el estilo de afrontamiento: Chi2 = 0,00, con una correlación de Pearson positiva leve de 0,22. En cuanto a la funcionalidad familiar y la inteligencia emocional se encontró que hay relación entre la funcionalidad familiar y la autoconciencia: Chi2 = 0,00, entre la funcionalidad familiar y el autocontrol: Chi2 = 0,00, entre la funcionalidad familiar y el aprovechamiento emocional: Chi2 = 0,00 y entre la funcionalidad familiar y las habilidades sociales: Chi2 = 0,00. No se encontró relación entre la funcionalidad familiar y la empatía ni entre la funcionalidad familiar y la inteligencia.

Discusión

De los resultados obtenidos, referentes a la variable del nivel de inteligencia general se encontró que no existe relación entre este tipo de inteligencia y la inteligencia emocional. De igual forma, es sorprendente encontrar que tampoco exista conexión entre estos tipos de inteligencia y el estilo de afrontamiento. El nivel de inteligencia al que pertenecen la mayoría de los menores evaluados es bajo; siendo menos impactante a la hora de que ellos puedan expresar dominio de sus emociones. Sin embartgo, Hein (2009) en su revisión literaria sobre los factores de riesgo y delincuencia juvenil encuentra que el bajo nivel del coeficiente intelectual, la pobre capacidad de resolución de conflictos, las actitudes y los valores favorables hacia conductas de riesgo sí se relacionan, los cuales tienen que ver con baja inteligencia emocional y un estilo de afrontamiento deficiente.

Es preocupante el hecho de que la población objeto de estudio, en su mayoría, posee un nivel bajo de autocontrol. La escasez de esta cualidad en los menores los conduce a ejecutar acciones ilícitas. Por lo que, si un menor no posee control de sus emociones pudiera reaccionar de forma inadecuada causando agravios a terceros. Esto significa que a menor nivel de autocontrol mayor predisposición y vulnerabilidad para desplegar conductas de riesgo.

Del mismo modo, a menor autoconciencia y empatía los involucrados no podrán medir el nivel de consecuencia de sus actos. Y esto los puede impulsar a relacionarse en conductas antisociales, de la misma manera cuando una persona no tiene la capacidad de sentir ni colocarse en el lugar del otro puede presentar cualquier tipo de comportamiento que atente contra la integridad social, emocional y psicológica de las personas. Pelegrín y Garcés de los Fayos (2008) investigan sobre las variables contextuales y personales que inciden en el comportamiento violento del niño, concluyen que los menores más inadaptados escolarmente y con bajo autocontrol en las relaciones sociales tienen un mayor riesgo de desarrollar una conducta antisocial, lo que les puede hacer más vulnerables a mostrar actitudes agresivas, indisciplinadas y violentas en determinadas situaciones.

Magallón et al. (2010) plantean la hipótesis de que la aparición de conductas disruptivas está conectada con un déficit emocional: una persona con una menor inteligencia emocional se implicará con mayor facilidad en la participación de conductas agresivas y antisociales. Inglés et al. (2014) estudian la conducta agresiva y la inteligencia emocional en la adolescencia, sus resultados confirmaron la hipótesis de partida en tanto que los menores con altas puntuaciones en agresión física, agresión verbal, hostilidad e ira presentaron puntuaciones significativamente más bajas en inteligencia emocional. De igual forma, aquellos que presentaron puntuaciones bajas en agresión física, agresión verbal, hostilidad e ira, presentaron mayores puntuaciones en inteligencia emocional.

Respondiendo al estilo de afrontamiento de los menores, se observa que la mayor parte de los menores estudiados tiene un estilo de afrontamiento indefinido. Es alarmante el número en términos de porcentaje de esta variable. Esto obedece a que juzgando por la edad en la que se encuentran, todavía no han alcanzado la madurez para definir un estilo determinado de afrontamiento, además que en esta edad se ven muy influenciados por sus pares y el contexto donde se desarrollan. Esta variable es muy significativa para desarrollar factores de riesgo delincuenciales, puesto que se hace impredecible saber con qué tipo de estrategia va a actuar el menor ante cierta situación; sus acciones serán inciertas y variadas, dificultando la forma o técnica de prevención ante los conflictos. Lo que se complejiza al arrojar en esta investigación la relación que existe entre esto y la autoconciencia. Finalmente, en una persona con un estilo de afrontamiento negativo es muy alta la probabilidad de delinquir o de asumir conductas de alto riesgo.

Siendo los estilos de afrontamiento aquellas predisposiciones personales para hacer frente a diversas situaciones, determinando el uso de ciertas estrategias de afrontamiento, así como su estabilidad temporal y situacional, es importante señalar lo citado por Chalan (2016) en su investigación, en la cual tuvo como objetivo general determinar la relación entre la agresividad premeditada e impulsiva y las estrategias de afrontamiento en los alumnos del nivel secundario de una institución educativa estatal de Trujillo, en cuyos hallazgos relevantes se encontró una correlación directa, de grado débil y altamente significativa entre la agresividad premeditada y los estilos hacerse ilusiones y falta de afrontamiento; asimismo entre la agresividad impulsiva con los estilos invertir en amigos íntimos y acción social.

Con respecto a la disfunción familiar según el análisis de los resultados obtenidos muestra un considerable número de disfuncionalidad moderada y un rango menor de disfuncionalidad severa con relación a la totalidad de la población. Este acápite goza de especial relevancia por ser la familia la responsable de inculcarnos reglas, normas y valores personales y sociales, apegados al código deontológico de la sociedad. Esto es de gran magnitud, pues debido a una disfuncionalidad familiar los integrantes de dicha familia asumirán como referentes las conductas inapropiadas de su sistema familiar; así, de manera insoslayable las pautas de referencias y modelado conductual serán congruentes entre el sistema familiar y cada uno de sus miembros. Siendo más afectados los menores, que asimilarán y asumirán el patrón de referencia más cercano.

Esta población está muy expuesta a diversos factores socioeconómicos que pudieran reforzar la disfuncionalidad familiar. Un aspecto por mencionar es que la mayoría de nuestros menores solo viven con un progenitor y otros al cuidado de familiares cercanos y vecinos hasta que sus padres retornen de sus labores. Estilos de crianza permisivos y autoritarios podrían originar disfuncionalidad en el sistema. Muchos hogares monoparentales constituidos donde solo la madre es la que pone reglas, pudieran ser muy permisivos o por el contrario de excesiva autoridad para el control de sus hijos. Es por esta razón que se hace necesario profundizar en los estilos de crianza y las demás variables estudiadas en esta investigación.

Para Gómez (2004) en su libro Cómo salir exitoso de la adolescencia los adolescentes transgreden o violentan las normas de la familia, escuela y sociedad de forma recurrente sin arrepentirse de los posibles daños, estamos frente a conductas disociales; diríamos que son trastornos de la conducta que empezaron en la niñez o en la preadolescencia como son hurtos o robos, fuga de la casa o la escuela, agresiones a personas o animales, así como desafíos a la autoridad de los padres y maestros.

Un adolescente disocial sin ayuda y sin asistencia de programas de modificación de conducta es un joven que puede entrar a la vida adulta y desarrollar un trastorno de personalidad antisocial. Es importante señalar que el disocial no nace, sino que hay factores que lo predisponen a ello. Asimismo, la permisividad influye negativamente en la conducta de los menores, ya que los padres no establecen reglas ni límites, tampoco guían a sus hijos en las decisiones que deben tomar, presentando estos conductas desobedientes o agresivas.

El estudio de Bravo-Murillo (2017) concluyó que los factores de riesgo familiar que influyeron en el desarrollo de delincuencia juvenil fueron la falta de comunicación y la ausencia de afectividad familiar. De igual forma Saravia y Viteri-Jiménez (2017) determinó que existe relación entre la funcionalidad familiar y la hostilidad en adolescentes.

En esta investigación se encontró relación entre la funcionalidad familiar y las habilidades sociales, por lo que se entiende que el menor asume como modelo las habilidades sociales del sistema familiar en que vive. Además, se calculó la relación entre la funcionalidad familiar y la inteligencia, pero no se encontró ninguna conexión. Estos resultados se pueden citar como positivos, pues en una población como esta donde su nivel de inteligencia mayor es bajo y hay disfuncionalidad familiar existe un detonante de gran envergadura para adquirir factores de riesgo. Debido a que una persona con inteligencia baja podría ser propensa a actuar de manera referencial de su sistema sin poder discriminar las conductas señaladas como correctas o incorrectas, por su poca capacidad intelectual. Con esto se afirma que lo más importante no es la capacidad intelectual de los menores (que influye) sino la funcionalidad familiar, por lo que es más valioso el sistema familiar del individuo que sus destrezas individuales para la predisposición de futuras conductas antisociales.

Conclusiones

Más de la mitad de los menores tiene un nivel bajo de inteligencia. En cuanto a la inteligencia emocional la puntuación más baja la tiene autocontrol, seguido por autoconciencia y empatía. En este sentido se entiende que estos tres aspectos de la inteligencia emocional son básicos para la prevención de la delincuencia. La mayoría de los menores utiliza un estilo indefinido de afrontamiento. Más de la mitad de las familias son funcionales, mientras que, de las restantes familias disfuncionales la mayoría tiene una disfunción familiar moderada y solo una pequeña parte una disfunción familiar severa.

Tomando en cuenta lo anterior, se concluye que casi la totalidad de los participantes presentó indicadores, aunque una cantidad no muy elevada reportó los cuatro indicadores al mismo tiempo. Por lo tanto, se reveló la presencia de factores de riesgo personales y familiares de la delincuencia en los menores que viven en la zona sureste de Santiago de los Caballeros.

A partir del cruce entre las diferentes variables evaluadas y luego de analizarlas estadísticamente se llega a las siguientes conclusiones:

En la inteligencia emocional las puntuaciones más bajas están en autocontrol, autoconciencia y empatía. Una leve inclinación de los varones hacia niveles bajos de inteligencia emocional mientras que las hembras se inclinan a niveles más altos. Aprovechamiento emocional, empatía y habilidades sociales se relacionan.

El estilo de afrontamiento se vincula con la edad. Hay una tendencia de los estilos de afrontamiento, el indefinido está más orientado a una edad menor, el funcional a una edad intermedia y el disfuncional a una edad mayor. A menor edad mayor definición del estilo, así como que el estilo funcional está más presente en los más pequeños y el estilo disfuncional aumenta a medida que aumenta la edad. Hay relación entre el estilo de afrontamiento y la autoconciencia.

Hay asociación entre la funcionalidad familiar y el estilo de afrontamiento, con una correlación de Pearson positiva leve. En cuanto a la funcionalidad familiar y la inteligencia emocional se halló que hay vínculo entre la funcionalidad familiar y la autoconciencia, el autocontrol, el aprovechamiento emocional y las habilidades sociales.

Se entiende así pertinente la creación de un programa de intervención individual y familiar para aquellos menores que hayan presentado tres o cuatro de los indicadores estudiados. Este programa de intervención debería ser llevado a cabo en el mismo centro en el que se hizo el levantamiento de datos, para facilidad de los menores, sus familias y los terapeutas.

En vista de los hallazgos y tomando en cuenta las preguntas que se generan a partir de ellos, se plantea también la necesidad de seguir investigando sobre la relación entre las siguientes variables: sobreedad y repitencia de los estudiantes, el nivel de inteligencia tan baja, el autocontrol, la autoconciencia y la empatía respecto a otras variables familiares, el estilo de afrontamiento y otras variables familiares, y la funcionalidad familiar y el estilo de crianza.

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